Y se alinearon los planetas, y la vida nos sorprendió en la
misma esquina. Como dice la canción, yo estaba donde no tenía que estar y tú,
pasaste sin querer pasar. Pero sin el final romántico de cualquier película de
esas que termina bien. Yo sentí ese temblor….ese temblor que nace adentro y se
irradia hasta las manos sacudiendo cualquier entendimiento. Tus ojos buscaban
como expertos sabuesos la huella de lo que quedara y hallaron su reflejo.
Qué triste parodia dejarnos hablar de todo como si nada. Y sin
querer ser, somos. Sin querer preguntar, atajamos dudas. Alrededor, adornan la
foto los que nos quieren, los que nos saben, los que nos tienen. Y dando
sentido a todo eso, ejes de nuestra farsa, nosotros.
Nos despedimos y nuestro tacto nos habla de cercanía cuando
nada lo es. ¿Me buscarás, aunque sea por saber?...yo ya no te buscaré más. Nos
pensaremos un tiempo, el recuerdo nos ulcerará el corazón una vez más y
después…nada...
Hay quien dice que existe el destino, como si el azar fuera
un instrumento con alguna finalidad en manos de la vida. Y la duda parpadea
como una luciérnaga esquiva. Será esa incertidumbre la que, sin piedad, irá
talando cada minuto que estés en mi recuerdo...y cada vez que mi tiempo se
estrelle contra el suelo, seré consciente de que después de mucho intentarlo,
no he aprendido nada…nada…
Yo sólo sé, como dijo el maestro al olmo seco, que
“mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”