sábado, 29 de diciembre de 2012

Como el olmo seco...



Y se alinearon los planetas, y la vida nos sorprendió en la misma esquina. Como dice la canción, yo estaba donde no tenía que estar y tú, pasaste sin querer pasar. Pero sin el final romántico de cualquier película de esas que termina bien. Yo sentí ese temblor….ese temblor que nace adentro y se irradia hasta las manos sacudiendo cualquier entendimiento. Tus ojos buscaban como expertos sabuesos la huella de lo que quedara y hallaron su reflejo. 

Qué triste parodia dejarnos hablar de todo como si nada. Y sin querer ser, somos. Sin querer preguntar, atajamos dudas. Alrededor, adornan la foto los que nos quieren, los que nos saben, los que nos tienen. Y dando sentido a todo eso, ejes de nuestra farsa, nosotros.

Nos despedimos y nuestro tacto nos habla de cercanía cuando nada lo es. ¿Me buscarás, aunque sea por saber?...yo ya no te buscaré más. Nos pensaremos un tiempo, el recuerdo nos ulcerará el corazón una vez más y después…nada...

Hay quien dice que existe el destino, como si el azar fuera un instrumento con alguna finalidad en manos de la vida. Y la duda parpadea como una luciérnaga esquiva. Será esa incertidumbre la que, sin piedad, irá talando cada minuto que estés en mi recuerdo...y cada vez que mi tiempo se estrelle contra el suelo, seré consciente de que después de mucho intentarlo, no he aprendido nada…nada…

Yo sólo sé, como dijo el maestro al olmo seco, que
 “mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”