domingo, 22 de abril de 2012

Vida Difractada






Recordaba que una vez, cuando era una niña, había visto en una película cómo al colgar un cristal frente a la luz éste regalaba a la vista un sinfín de colores. Así que, muchos años después, se dispuso a emular aquella imagen que la dejaba tan perpleja y alucinada como cuando veía una burbuja de jabón flotar frágil y elegante hacia el cielo. Tomó su sueño infantil cristalizado  y transparente, lo colgó de un hilo casi invisible a la altura apropiada delante de la ventana y observó. No sucedía nada. Meditó por un instante. Tal vez no era la hora del día apropiada. Durante días, esperó expectante que por fin se cumpliera su sueño y la luz, al atravesar el cristal, arrancara de sus prismáticas entrañas todos los colores que escondía, como si de la llave del cofre de un tesoro se tratara. Pero semanas después, el cristal tallado seguía siendo un simple y aburrido pedazo de cristal que colgaba tristemente de la barra de la cortina y que, visto lo visto, jamás llegaría a cumplir su misión en esta vida. Si al menos hubiera formado parte de una lámpara habría constituido siquiera parte de un todo digno de admirar.
Lo miró una vez más con cierta tristeza. Una retina vencida y decepcionada sopesaba ahora sus expectativas.  Su cristal no servía para nada…habría que descolgarlo de allí. Qué desacierto  pensar que luz y física conjurarían la difracción. No era el lugar adecuado, no era la orientación acertada, no era el cristal necesario, no era lo bastante lista. Decidió que cualquier día lo descolgaría y lo guardaría. No tenía ningún sentido que aquel cadáver cristalino ocupara un espacio frente a su ventana.
El tiempo pasó y ningún día fue bueno para empuñar la tijera y ejecutar la sentencia. Sin embargo, en el tiempo detenido del cristal, una tarde de repente sucedió la magia. Un buen día llegó la primavera y el Sol dejó de ser invernal y conquistó una nueva posición en el cielo. Y fue entonces cuando la luz blanca y certera atravesó el corazón suspendido y silencioso abriéndose paso en mil direcciones, salpicando de pequeños arco-iris la pared del salón.
Atónita, contempló el  hermoso cuadro  que se le regalaba por unos minutos. Tanto tiempo esperando… Extendió las manos sonrientes intentando atraparlo y sus dedos se volvieron de colores. ¡Era tan bonito !... El continente de sus tardes solitarias se transformaba de repente en un envoltorio brillante y hermoso. Miró hacia su interior y se descubrió  a sí misma de cristal, suspendida en una intemporalidad que no encontraba sus colores. ¿Cómo comprender que cuando la Vida se para en nuestro interior , afuera el Mundo sigue girando? Imaginó toda su vida moviéndose en una dirección, como un haz de luz blanca tratando de chocar con ella y difractarse en todos los momentos felices que quedaban misteriosamente encerrados en sus sueños, en una invisibilidad desconcertante, mientras ella se balanceaba suavemente asida al mundo por su propia esperanza.
Se preguntó a si misma: “¿Y por qué no?, ¿por qué no pensar que un día la primavera llegará y mi vida se volverá nuevamente de colores, aunque solo sea por unos minutos?. ¿Por qué no esperar que por fin todo se revelará tan bello como es sentido en una vida difractada?".



jueves, 12 de abril de 2012

El MiTo dE La TaBeRNa

"Con cariño para Teo y sus amigos"


Teo a mi lado filosofaba sobre el hombre y su humanidad, diseccionando en cuatro palabras toda la barbarie de la que los hombres somos capaces cuando nos segregan con religiones, política y otras tendencias. “Lo importante es “ser persona” , estaba diciendo en aquel momento. Me quedé pensativa. Rodaban por mi cabeza los cuentos de Paco Onieva, “Los que miran el frío”, en los que desnudaba las imágenes más crudas de una infame guerra civil en la que los vecinos se dividieron en bandos y no escatimaron en tropelías y atrocidades. Los vecinos…qué puede mover a los cercanos a darse caza, qué puede mover al hombre a despreciar tanto la vida como para arrebatarla de un balazo sin miramientos…Regresé justo en el momento en el que Teo repetía, mirándome seriamente a los ojos como siempre: “Lo único que importa es “ser persona”. Asentí con la cabeza un poco perdida aún entre el 36 y el 39.

La noche caía tras varias copas de más. Frente a mi penúltima copa mi yo y mi concepto del mundo se fundían junto al hielo y al limón. Todo un ecosistema se desarrollaba en el pequeño callejón de Teo, donde un batiburrillo de actores sutilmente inmiscibles forjaban un cuadro digno de pintar. Teo desde su atalaya vigilaba un horizonte que cada vez íbamos alargando más, y mientras si mientras no, nos leía un futuro en el que muchos queríamos creer.

Creo que fue entonces cuando el presente comenzó a tambalearse dentro de mí. Entre risa y risa me aferré a los brazos más cercanos intentando sobreponerme a un oleaje que no había hecho más que comenzar. Pronto me zozobraron las fuerzas (que no la consciencia) y, muy a mi pesar, tuve que rendirme y mirarlo todo desde un ángulo muy distinto: el del desvalido. Si hubiera podido meter la mano en el bolsillo, el dinero que habría encontrado no habría sido suficiente para comprar mi consuelo. Por suerte, descubrí que era bastante más rica que todo eso: tenía un hombro en el que apoyarme, una mano amiga que me sujetara, unas palabras de aliento, y alguien para llevarme donde fuere menester.

Después de redecorar la pared del vecino y algunos pares de zapatos, busqué un refugio dispuesta a esperar pacientemente a que la tierra por fin se abriera y me tragara. Vino a rescatarme de mis apesadumbrados rezos una sonrisa amiga abanderada por un ” ¿qué tal estás?”. Fui a despedirme de Teo, que me plantó dos besos, me agarró con firmeza las manos y mirándome seriamente a los ojos (como siempre) me dijo: “No te preocupes por nada”.

Días después pensé largamente en aquellos minutos eternos de naufragio y en cada cual. ¿Se nace bueno? ¿Se aprende a ser bueno? ¿Se es bueno con todos por igual? Y si no, ¿de qué depende? La verdad…no sé cómo habría actuado yo. Me consuelo pensando que nuestra propia bondad puede ser aprendida y cultivada, y que eso nos da a todos una oportunidad. Aquella noche aprendí en la taberna que las personas valiosas, las que se hacen importantes, las que de verdad quieres que estén cerca de ti, son aquellas que están cuando hay que estar, y además de estar, saben. Las personas importantes son las que saben que lo importante ante todo es ser persona. Nada fácil.

¿Qué sería del Estrecho sin Teo? Cada día luchando contra los molinos de viento entre caña y caña. Sería un bar como cualquier otro, sin identidad para nosotros. Y es curioso pensarlo, pero tal vez por esa humanidad, o por ese microclima que él crea, o porque alguna vez salimos de la caverna y vimos el Sol y alguien estuvo ahí para decirnos “no te preocupes por nada”, tal vez por eso…después de conocer a Teo, bueno o malo, cada uno da lo que tiene. Y el que sabe pintar, pinta, el que sabe cazar, caza, y el que sabe escribir, escribe.

Por lo visto, alguien más ha debido de vivir una experiencia reveladora muy parecida a la mía, que resumió de este modo: “In vino veritas, in aqua sanitas” (en el vino está la verdad, en el agua la salud). Así que, con un vaso de” verdad” en la mano, ¡ brindo por mis amigos !.