martes, 31 de agosto de 2010

Mi poto mágico

Esta es la historia del poto, tal y como se escribió hace algo más de tres años...




" Lleva más de un año y medio conmigo. Me lo regaló por mi cumple y estaba precioso, todo lleno de hojas verdes brillantes. Me encantó desde el principio, pero como nunca me había ocupado de una planta lo acogí con cierto miedo, recelando si sería o no capaz de cuidarlo bien. En realidad no podía ser tan difícil, sólo había que regarlo. Y además, los potos son muy resistentes. Así que lo llevé a mi casita de Villamartín y lo puse en una esquina del salón donde quedaba bonito.

Con el tiempo, aquella planta comenzó a desmejorar. Creo que al principio fue por un exceso de celo. Tal vez lo regaba demasiado. El caso es que fue perdiendo hojas y poniéndose mustio. Cuando se le vió desmejorar tanto volcamos nuestros esfuerzos en él. A lo mejor no era tan resistente como pensábamos. Pero no hubo forma de reanimarlo, las energías que invertíamos por un lado cambiándole la tierra y el macetero se evaporaban en distintas y desafortunadas mudanzas que sufrió nuestro potito, que no acababa de adaptarse a ninguna parte a pesar de nuestros desvelos. Cuando todo empezó a ir mal entre mi niño y yo, mi potito fue el mejor reflejo de todo aquello. Él era algo nuestro, fruto de "lo nuestro", y le afectaba hasta tal punto toda esa energía que sin saberlo fue reflejándonos como si de un espejo se tratara. Yo creía que nuestro poto se había vuelto mágico, que podía sentirnos. Todo estaba claro. Se estaba muriendo porque no sabíamos cuidarlo. Se nos iba porque éramos incapaces de dar con la tecla.

Aquella idea de que el poto sentía y reflejaba llegó a ser muy real para mí, hasta tal punto que sufría con cada hoja que mi plantita perdía. En los últimos meses sólo le quedaban seis hojas. Como seis hojas dan para mucho yo tenía aún esperanza en recuperarlo. Le compré un abono especial y creo que fue peor. Fue perdiendo en lo que se me antojó una lenta agonía todas las hojas que le quedaban. El poto parecía una bola de cristal como las de las brujas. ¡Es que tenía que ser mágico! La imagen de aquel tutor lleno de hojas muertas con tan solo aquella hojita solitaria en la base era demasiado deprimente. Le cogí manía. Tenía que sacar aquel recuerdo muerto de mi casa lo antes posible. Lo miraba de reojo y me partía el corazón. Estuve a punto de agarrarlo en más de una ocasión para abandonar su triste figura junta al cubo de la basura. Luego lo ignoré por un tiempo. Finalmente...en vista de lo resistente que parecía ser aquella última hoja, la corté y la metí en un vaso con agua en el que las raíces eran tan pequeñas que costaba trabajo verlas.

Lo cuidé lo mejor que supe y hace unos días, cuando ya la hoja superviviente amarilleaba y yo me iba rindiendo a la evidencia sospechando que aquél realmente era el fin, descubrí una hoja nueva que nacía. Me senté y la miré bien. Me acerqué. Me alejé. Cogí el vaso. No podía creerlo. Me entró una alegría tan grande como inesperada. Lo miré de nuevo. Era cierto.

En estos días la hojita crece a un ritmo vertiginoso y ya sobresale del agua. A veces me siento y la miro. Y me hace feliz. Y me pongo a pensar en aquella idea tan pueril que tuve de comparar mi relación con la vida de mi potito, ¡¡¡de un poto que podía sentir!!! Y hoy que perdidas todas las esperanzas a mi planta le sale una hoja nueva casi de la nada, no puedo por menos que aceptar la realidad: que mi planta era una planta normal que no supimos cuidar....y que yo no me rendiré jamás cuando las cosas me importan mientras quede una hoja de esperanza a la que agarrarse.

Eeeeesa soy Yo !!! "

5 comentarios:

  1. Tal y como la recordaba... Genial la reflexión final. Yo no tengo poto al que agarrarme... Me puedo agarrar al tuyo? ;)

    ResponderEliminar
  2. Por cierto... Una historia mu "potita"... :D

    ResponderEliminar
  3. Claro que te puedes agarrar :) Y a mi mano también.

    ResponderEliminar
  4. Solo puedo decir ¡¡ese poto oe!! no lo había leído, me ha gustado.

    ResponderEliminar