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Dicen que el olfato es el gran olvidado de los sentidos. Minúsculas e invisibles partículas volátiles de esencias que flotan hasta nuestros apéndices nasales estimulando esos complejos receptores que activan la amígdala olfativa y el hipocampo. ¿Cómo representarlas? ¿Cómo explicar un olor? Un complicado sistema de comunicación, que por lo que cuentan, no cuenta con el reconocimiento que mereciera. Y eso que, dicen, nos permite detectar el olor de una milésima de miligramo de esencia de naranja en un litro de aire. Además, todos lo sabemos, nuestro olfato nos puede salvar la vida, permitiéndonos detectar, por ejemplo, un escape de butano. Es incluso un buen detector de mentirosos, ya que según parece, su nariz se hincha y se dilata ligeramente, y se experimenta un ligero picor que alivia un pequeño rascado con el dedo. Nuestro sistema olfativo puede captar unos dos mil olores diferentes, que nuestro cerebro es capaz de relacionar con nuestras emociones y recuerdos. Que se lo pregunten a Marcel Proust y su "En busca del tiempo perdido", al que el olor de una magdalena mojada en té le removió los recuerdos suficientes como para escribir un libro. Fue aquello tan sonado, que hoy en día se conoce como "efecto Proust". Me pregunto si alguien alguna vez soñó con un olor, como soñamos colores y músicas. Me pregunto si el café seguiría siendo lo mismo si no desprendiera ese irresistible aroma. Y me pregunto ... si somos conscientes de que cuando seleccionamos nuestro perfume podemos ser, además de agradables y deseados, recordados. No nos paramos a pensar que en la intimidad, nuestro olor personal puede dejar una huella olfativa tan singular como nuestra huella digital. Y sin embargo, cuando algo nos huele a nostalgia...¿no tenemos la curiosidad de preguntarnos en alguna ocasión si existirá algún olor que transporte a alguien hasta nuestro recuerdo?
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